Hay lugares que parecen respirar por sí mismos. Casa Batlló es uno de ellos.
En sus curvas, en sus cristales que filtran la mañana, en ese silencio previo al bullicio de la ciudad, hay algo vivo. Y esa mañana, en la sesión Respira, organizada por The Festival of Consciousness (FOC) e impartida por Alexandra Sala, ese algo se expandió.
La práctica del breathwork comenzó antes incluso de que sonara la primera indicación. La luz ya trabajaba, suave, envolviendo los cuerpos que poco a poco se entregaban a la respiración consciente. No había prisas, ni ruido, solo un grupo de personas recordando algo tan básico como estar presentes.
Fotografiar ese momento fue como intentar atrapar el aire mismo. Cada respiración tenía un peso y una textura. Había rostros que se soltaban, miradas que dejaban de pensar, cuerpos que encontraban una nueva forma de habitarse.
Me gusta pensar que, de alguna manera, mi cámara también respiraba con ellos. Que en cada disparo se quedaba algo de esa calma, de ese pequeño instante en que el tiempo se estira y el alma se acomoda.
Ser testigo de una experiencia así en un espacio tan simbólico como Casa Batlló es algo que trasciende lo visual.
Porque Respira no fue solo una sesión de breathwork: fue una invitación a volver a lo esencial, a reconectar con el cuerpo, la luz y la vida.
Y ahí, entre el silencio y la respiración compartida, entendí una vez más que fotografiar no siempre es mirar hacia fuera: a veces, es aprender a mirar desde dentro.