Cuando hablo de mi patria yo prefiero decir paisito. Decir, pensar y sentir. En la inmensidad del universo, la tierra donde nacimos en una menudencia, la expresión cifrada de lo pequeño, algo que se cuela en la geografía, y apenas hace buches con el mar.
En su poquito de presencia terrestre cabe pese a todo la sonrisa, abandonada entre los árboles y vigilada por la Vía Láctea.
Aquí se es feliz sin escándalo y desgraciado sin apuro. El paisito es un bocadillo entre dos gigantes. Nosotros, a lo sumo, somos la primaverita de lo hispano, una comarca casi adolescente. Los pájaros nos atraviesan en un soplo y se van a contar nuestra pequeñez en otros nidos.
A veces nos creemos grandes porque tuvimos un Maracaná, pero ahora, de nuevo minúsculos, luchamos por salir de abajo. Pero no hay que quejarse. Parimos a Artigas y tal vez a Gardel, y no es poca cosa. Ni uno ni otro descenderán nunca a segunda división. Y como no nos atrevemos a gritar Hurra, digamos Hurrita.

*Vivir adrede – Mario Benedetti

 
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